Hay algo que desde hace tiempo me viene preocupando y cuando veo que algunas van cerrando siento que algo se rompe dentro de mí. Estoy hablando de las librerías, esos lugares tan importantes que viven casi al limite.
Entiendo que estar tumbada la cama, mientras miras libros y con un click te compras ese nuevo libro, que te llegará en unos días a tu casa con ese subidón de recibirlo puede gustar, es como una doble alegría: cuando lo compras y cuando lo recibes. Hasta a mí a veces me gustaría hacerlo pero entre que vivo en Canarias y que luego pienso en las librerías pues lo dejo.
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| Librería Papelería La Pizarra |
Ahora vamos a la otra opción. Entras en un lugar lleno de libros, donde se respira tranquilidad y respeto por el trabajo de tantos. Te cruzas con alguien y le sonríes. Esos libros te están recomendando a una persona. Paseas por allí, miras las novedades, los clásicos, aquel libro tan bonito... Puedes coger los libros, ¿ese pesa, verdad?, ¿Y esa portada tan suave?. Al final eliges uno, ¡o varios! y vas con ellos al mostrador, donde otra persona que adora los libros tanto como tú te va a atender de maravilla, quizás te haga algún comentario sobre los libros. ¿Qué agradable no? Sales de allí con una paz maravillosa que solo dan los libros, las librerías y el amor por la cultura que se respira ahí dentro. Tú te llevas una buena lectura, que te hará disfrutar varias veces: Cuando sabes que vas a la librería, cuando entras, cuando paseas entre ellos, cuando hablas con la librera, cuando te decides y te lo llevas y cuando sabes que gestos como estos hacen que vivan, que sobrevivan. Y además, cuando al terminar de leerlo, ya piensas en aquel que viste y ya quieres ir a por el.
Reconozco que yo he pecado y que a veces mi economía no me permite comprar todo lo que me gustaría y mis visitas no son todo los seguido que me gustaría, pero desde un tiempo para acá si compro son en ellas.
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